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miércoles, 30 de marzo de 2011

Pequeños placeres de la vida.

Domingo. Taparte con una manta en el sofá cuando cae el diluvio universal fuera.
Beber cuando se tiene sed.
Un abrazo cuando lo necesitas.
Ducharte con agua caliente cuando más frio hace.
Sentir besos en la espalda mientras estás medio dormido.
Conducir sin techo en primavera con el olor de los prados rodeándote.
Tocar el piano sobre ella/él.
Despertarte antes de tiempo sin querer, creer que te tienes que levantar y descubrir que aún te quedan seis horas de sueño.
Saber a sal del mar.
Un día de campo.
Hacer el amor en cualquier parte, porque el momento lo requiere.
Caricias en la espalda.
Oler la tierra mojada. Escuchar la lluvia.
Escuchar un aviso en el móvil y ver que es un mensaje tuyo.
Sacar fotos y que salgan bien.
Escuchar un buen disco de jazz con una copa de vino.


...Y ahora dime. Es necesario complicarla tanto?

martes, 29 de marzo de 2011

Vengo a matarte.

... Cuando se quiso dar cuenta ya tenía la soga al cuello.

Iban a condenarle a muerte por algo que no hizo. El no era culpable.
La fatiga y un feroz aturdimiento no le habían dejado ver el transcurso de los acontecimientos con claridad. Había sido derrotado.
Llevaba descalzo algunos días caminando sobre cristales rotos, otros sobre prados eternos de albahaca fresca, otros sobre un hilo de seda que unía dos puntos invisibles sobre un abismo. Y descalzo se hallaba sobre una silla de dos patas, áspera y fría como el acero. Frente a él, un mar embravecido hasta tocar lo violento. No sabía cómo había llegado hasta aquel lugar, pero era patente que allí estaba. Con la cuerda rodeando su cuello y atado de pies y manos.

Mientras agotaba los últimos vaivenes de su respiración, notó una presencia cercana. Una inquietante tranquilidad se abrió paso en aquel extraño instante entre la desesperación y la agonía.Venía unida a una extraña emoción...la misma que se siente cuando la felicidad ocupa hasta la última vena del cuerpo. Notó que sus pulmones demandaban más cantidad de oxígeno para que su corazón pudiera bombear la cantidad de sangre que aquel sentimiento le estaba provocando.

Sin abandonar su pose cabizbaja, levantó la vista para intentar vislumbrar qué era. Localizó rápidamente a una figura que emanaba todo aquello que en ese momento le daba la oportunidad de creer que estaba soñando. Al fin y al cabo... ¨Jamás podría sentir lo que siento estando a punto de morir¨.
Aquella silueta iba ganando claridad a medida que avanzaba hacia él entre una tupida niebla. Llevaba un abrigo negro largo y una capucha que sombreaba su rostro por completo. Era una mujer. Ciertamente siniestra. Pero emanaba lo contrario.
Aquella figura llegó a su altura. Le cogió muy sutilmente de la barbilla, deslizando su suave mano debajo de ella. Parecía que su descuidada barba podría rasgar una piel tan perfecta.
Le hizo abandonar por completo su postura abatida, levantando su mirada un poco más arriba de la línea horizontal que el mar dibujaba frente a él. Al mismo tiempo, ella variaba también la postura de la cabeza, buscando con sus ojos los ojos que tenía delante.
El no podía ver quién era. Su rostro era totalmente sombrío, por culpa del capuchón.
La figura acercó sus labios, buscando encontrarse con los suyos. Se detuvo a pocos milímetros y le susurró con voz distorsionada y triste:

- ¨Vengo a matarte. Soy tu verdugo¨

La esperanza murió poco antes de lo que iba a hacerlo él. Era inocente. Ya no había sueño. El corazón se desgajaba. El alma le estaba diciendo adiós. El dolor ya no era dolor.

Sólo pudo emitir una frase, aún consciente del brutal desconcierto en el que estaba sumergido:

- ¨¿Quién eres?, ¿por qué me matas?¨

Ella dejó de sostener su barbilla, para, con ambas manos, deslizar su capuchón hacia atrás. Al mismo tiempo dejó caer el oscuro abrigo por sus hombros para dejarlo posar en el suelo.
Era lo más bello que él había visto nunca, emitía una luz capaz de iluminar al corazón más oscuro.
Pero no era la primera vez que lo veía.

Aquella figura era el alma a la que amó y amaba como nunca jamás amó a nadie.
La misma que le amó a él hasta el infinito.
La misma que acercó su pie a la silla de dos patas.
Un pequeño gesto y acabaría con su vida.

La bella mujer inundó su torso de aire:
- ¨Te amé como a nadie y me hiciste esperar. Me hiciste sufrir.  Me hiciste llorar. Me hiciste reir. Te dí mi mejor beso. Te regalé mi vida durante un tiempo y no supiste aceptarla. Me dejé la piel a tiras sobre los días del calendario por conseguirte. Ahora déjame decidir si debes pagar por ello o no¨

Y él, inerte sin morir, sólo pudo esperar. Y se dió cuenta de que no había soga, ni silla de dos patas, ni cuerdas en sus pies y manos.
Lo que estaba a punto de matarle no era otra cosa que el amor de ambos.






Dedicado a tí, bella mujer verdugo. Déjame entrar.

viernes, 18 de marzo de 2011

Ilumíname.

...Y por fín, entre tanta nube, oscuridad y frío, por fin salió.
Te necesitaba, sol. Quédate y no te vayas nunca.

jueves, 17 de marzo de 2011

Coctail.

Querer sin ser querido.
Hablar sin ser escuchado.
Ansiando cercanía, recibiendo lejanía.
Enseñar la cara y ver la espalda.
Sentir que no existes. Rabia y dolor. Impotencia.
Desvanecerse físicamente.
Desvanecerse mentalmente.
Estar sólo contra el mundo y pensar que no puedes hacer más para evitarlo.
Creer y que no te crean.

Y no saber qué has hecho para merecer todas esas cosas.
Reúnelas en la persona a la que amas.
Dime...puede haber algo peor?

Es caprichoso el azar...

Tanto tiempo esperándome. Tanto tiempo esperándote. Tanto tiempo esperándonos.
Fue caprichoso el azar. Es caprichoso el azar. Y a veces un hijo de puta.
Habla por mí, Joan Manuel...


Me duele el corazón, se me apagó el alma.

jueves, 10 de marzo de 2011

Algo inútil.

Soy yo.
El de la bolsa en la cabeza. El que dice cosas absurdas. El que está enamorado de tu tripa. El mismo que tanto te hizo reir. Aquel al que amaste como a nadie. Yo soy el de Aranjuez y Menorca. El que te supuso tanto esfuerzo conseguir. El del chocolate con naranja.
Yo soy ese al que hace poco te querías comer a besos y al que te morías por ver. El que tenía miedo de perderte cuando le arrancaste de cuajo el corazón. El hielo que se derritió. El de la taquicardia al esperarte en el aeropuerto. El de la princesa de fresa.
Ese soy yo.
Y me estaba encontrando, y te estaba encontrando. Si crees que ya no me amas, no te pido nada. Si te queda algo mínimo, deja que lo agrande. Ahora sí soy capaz. Unaaaaa, dooooos,tres.
Te quiero.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Un clavo ardiendo.

Sé lo que me espera.
Sé que quizá no vayas a poder con lo que te pasa.
Y yo, esperando a perderme en un pozo sin fondo, deseo que el clavo ardiendo aparezca.
Porque en éstas circunstancias, agarrarme a un clavo ardiendo sería, al menos, una esperanza de vida antes de caer al vacío que tira de mí bajo mis pies.
Dame ese clavo y aguantaré hasta que me seccione los dedos.
No te pido más.


lunes, 7 de marzo de 2011

...y cuando ya no quedan más partes de la cara que golpear, llega la vida y te da una patada en los cojones. Vale.

Venga, seamos amigos.

Siempre hemos sido amigos, no sé por qué nos empeñamos en dejar de serlo. Presión en el pecho, paseos por el oscuro pasillo dejando que la vida lije mi alma, buscándome a mí mismo sin encontrarme. Vacío, soledad. Llevémonos bien de nuevo, puta bastarda. Llevémonos bien de nuevo... Noche.